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Lola Ramos

CONSUMISMO Y PADRES DESESPERADOS


Algunos testimonios con los que podemos sentirnos identificados, que nos ha tocado vivir o ver, que nos han hecho experimentar el cansancio de tener que decir NO con frecuencia y que no siempre hemos sido capaces de manejar...



- Cuando salíamos del colegio, Juan (6 años) cogió una pataleta porque quería que le comprase chicles. Fue horroroso, chillaba y llegó a revolcarse por el suelo. Mi marido siguió andando como si tal cosa y me animó a hacer lo mismo, pero no fui capaz: sentía una vergüenza tremenda por dejarle tirado en el suelo, con todo el mundo mirando; además, llegábamos tarde al dentista y tenía miedo de que el niño cruzara la calle con el semáforo en rojo si me alejaba demasiado. Al final acabé cediendo y tuve una fuerte discusión con mi marido. Sé que no hice bien, pero es fácil decirlo desde fuera.


- En el colegio de mis hijos hay una pequeña cafetería para profesores, padres y alumnos mayores que se quedan a actividades extras. Los maestros insisten en que está prohibido que los niños de Primaria lleven dinero al colegio y la persona que regenta la cafetería lo  controla bastante. Sin embargo estoy preocupado, porque mi hijo de 8 años ha empezado a pedirme 1 euro de vez en cuando para comprar. Siempre le digo que no, pero él responde que le da vergüenza que siempre le inviten a chuches y el no pueda invitar nunca. Intento explicarle que los padres de esos niños no hacen bien, pero él se siente distinto.


- Los cumpleaños se han convertido en un auténtico problema para nosotros, con dos niñas en Educación Primaria. Cada vez quieren celebrarlo en sitios más caros y sofisticados, que además requieren desplazamiento en coche. He intentado celebrar alguno en casa, pero es muy pequeña y sólo podríamos invitar a 6 ó 7 amigos, organizar una merienda sencilla y un juego. Mis hijas dicen que el resto de sus amigos invitan a 20 niños (casi toda la clase) y que celebrarlos en casa es “cutre”. Los regalos son un problema aparte: cada vez son más caros y de alguna manera te sientes obligado a corresponder. También se quejan de que ellas siempre regalan libros. Lo mismo ocurre con las chuches que llevan el día de su cumpleaños a clase: por mucho que insisten en el colegio en que no se hagan excesos, los cucuruchos son cada vez más grandes. A veces me siento como si fuera contra corriente.


- Emilia, 65 años, abuela: “Cuando nació nuestro primer nieto  le comprábamos todos los juguetes que nos gustaban, porque la verdad es que hacen unas cosas preciosas. A menudo teníamos discusiones con nuestra hija y su marido por este tema, ya que a ellos le parecía excesivo. Luego vinieron más nietos. Cuando el mayor de los niños cumplió 7 años, mi marido estaba construyendo un cobertizo para  herramientas en la casa del pueblo. El niño  nos  pidió como regalo de cumpleaños una bolsa con todos los tacos de madera que sobraban de la obra. Por supuesto se lo dimos, pero con otro regalo mejor. Desde entonces, siempre que visitamos a nuestra hija, encontramos a los niños jugando con los tacos. Hacen torres, carreteras, de todo….y de esto hace ya dos años!  Ahora no sé que pensar, quizás mi hija y mi yerno tenían razón.”


- Tenemos dos hijos gemelos en 6º de Primaria y la mayoría de sus amigos tienen su propio teléfono móvil. Los niños nos han pedido uno para su cumpleaños, pero tenemos un montón de dudas: nos parece excesivo para su edad, pero casi todos lo tienen. Por otro lado, nos quedaríamos más tranquilos cuando van a alguna excursión o salen a algún sitio. Ya no somos capaces de distinguir si es algo necesario y útil o es que nos están “vendiendo la moto” y acabaremos picando.


¿Qué piensas? ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Cómo lo has solucionado?



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