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EL DUELO SEGÚN NEIMEYER

Neimeyer, R.A. (2002) Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Paidós. Barcelona.


El autor, doctor en psicología (Universidad de Memphis) y editor de la publicación Death Studies, aborda el libro tanto en su aspecto emocional como teórico, dividiendo la obra en tres partes diferenciadas:


1. Para quienes han sufrido una pérdida (la experiencia de la pérdida, amar y perder, perdida de trabajo y de rol, la actividad del duelo, contexto y conexión y ritual y renovación)

2. Para los que ayudan (la reconstrucción de significado y la experiencia de la pérdida, y las dimensiones de diversidad en la reconstrucción de significados)

3. Aplicaciones personales (aplicaciones y fuentes para ampliar la información a modo de recursos: libros, organizaciones, Internet).


Ya desde el prefacio, el autor nos indica cuales son sus objetivos: por una parte, describir el perfil general del duelo, no sólo en términos de cómo afecta a las personas, sino también en términos de su impacto sobre las relaciones; por otro, desarrollar formas de afrontar pérdidas importantes, incluyendo recursos que pueden ayudarnos a encontrar un sentido más profundo a nuestras vidas.

Neimeyer señala que la mayoría de los libros sobre el duelo se dividen en dos grandes grupos: los dirigidos a profanos, fáciles de leer, pero con demasiadas generalizaciones que no respetan los matices; y los dirigidos a profesionales, que con la ventaja de estar basados en la investigación, no logran transmitir las experiencias vitales que acompañan al duelo. Es su intención situar su libro en un lugar intermedio, de forma que pueda resultar de utilidad tanto para profesionales como para profanos.


PARA QUIENES HAN SUFRIDO UNA PÉRDIDA




Comienza señalando la importancia y utilidad de reconocer la continua presencia de la pérdida en la vida humana, no sólo personas, sino también lugares y objetos. Ni siquiera los cambios positivos están libres de pérdidas.


Niemeyer hace especial hincapié en la llamadas “pérdidas sin reconocimiento social”. El dolor provocado por este tipo de pérdidas, puede verse agravado por la incomprensión, el sentimiento de culpa o la simple falta de atención por parte del entorno social, haciendo mayor la carga de angustia , secretismo o culpabilidad de aquellos cuyo dolor no se permite, se trivializa o no se reconoce.


Nos facilita una descripción a grandes rasgos de las etapas del duelo:


. Evitación

. Asimilación

. Acomodación


Distintos autores describen las etapas del duelo de forma similar, con distintos nombres o con fases más o menos desmenuzadas. Neimeyer reconoce sin embargo que es una clasificación necesaria a efectos prácticos, ya que se trata del proceso general del duelo, pero nunca deben considerarse estas fases como universales.


También nos describe la curva típica de nivel de funcionamiento en una persona que ha sufrido una pérdida importante: tras unos primeros momento de desorganización extrema en todos los niveles, sigue una fase de aparente recomposición, ya que la persona se encuentra protegida por la conmoción y el aturdimiento y arropada por un apoyo social intenso. Esta falsa recuperación va seguida de una caída larga y desigual a lo largo de los meses posteriores. Comienza entonces un período de recuperación, con picos, que puede durar varios años.


Aunque no es bueno presentar el duelo como una enfermedad, también considera la importancia de reconocer cuándo el proceso ha quedado “atascado” y se necesita ayuda. Sobre cómo reconocer ese momento, indica una serie de síntomas similares a los planteados por otros muchos autores: intensos sentimientos de culpa, pensamientos de suicidio que van más allá del deseo pasivo de “estar muerto” o de poder reunirse con su ser querido, desesperación extrema, inquietud o depresión prolongadas, la sensación de estar “atrapado” o “ralentizado” mantenida a lo largo de períodos de varios meses de duración, síntomas físicos, ira incontrolada, dificultades continuadas de funcionamiento que se ponen de manifiesto en su incapacidad para conservar su trabajo o realizar las tareas domésticas necesarias para la vida cotidiana, abuso de sustancias, confiando demasiado en las drogas o el alcohol para desterrar el dolor de la pérdida.


Aunque cuando nos referimos al duelo o la pérdida, solemos pensar en personas, hay otras muchas, dos de las cuales requieren especial atención para el autor, debido a su frecuencia en la población y su repetición a lo largo de la vida: la pérdida de relaciones y la pérdida del puesto de trabajo.


En este punto del libro, el autor hace una revisión crítica de las teorías tradicionales y esboza un anticipo de la propuesta que desarrolla en la segunda parte. Las teorías tradicionales sobre las fases del duelo han perpetuado la imagen del superviviente como víctima pasiva, y, en cierto modo es verdad que no escogemos el estar conmocionados, enfadados o deprimidos. Pero estos modelos pueden ser engañosos, ya que sugieren que no podemos hacer nada a lo largo de ese proceso, sino esperar. El autor cita a Attig, que sugiere, por el contrario, que el proceso del duelo es un camino lleno de elecciones y posibilidades que podemos aceptar o descartar.


Citando a Worden y Rando, define las tareas (duelo activo) que se han de realizar para asimilar y superar la pérdida: reconocer la realidad de la pérdida, abrirse al dolor, revisar nuestro mundo de significado, reconstruir la relación con lo que se ha perdido.


El autor considera estas tareas como una serie de desafíos que la persona debe afrontar en función de los recursos que tiene y de la naturaleza de la pérdida. Asimismo hace notar que no tienen por qué seguir un orden concreto ni tener un fin definitivo.


Niemeyer dedica un capítulo completo a subrayar la importancia de la relación con los demás en el contexto de la pérdida, no sólo en cuanto a lo que podemos recibir, sino a lo que podemos ofrecer a los demás. Nuestro ciclo vital es como una historia, con un desarrollo y unos personajes. Cuando se produce una pérdida importante es como si en una novela desapareciera uno de los personajes. Contar nuestra historia a los que importamos ayuda a restablecer el argumento, ya que cada uno puede contribuir de manera única a la evolución de la narrativa, y, aunque ninguno nos va a dar una trama prefabricada, sus aportaciones nos ayudarán a avanzar hacia una nueva coherencia.


PARA LOS QUE AYUDAN


En esta segunda parte, el autor entra con más detalle en el duelo como reconstrucción de significado. Neimeyer narra cómo, a lo largo de su propia experiencia y la de otros en consulta, ha llegado a una visión alternativa: el proceso fundamental de la experiencia de duelo es el intento de reconstruir el propio mundo de significados. De esta perspectiva se derivan varias propuestas que nos describe a través de dos casos.


Se subrayan las limitaciones de los modelos de etapas tradicionales, incluso el propuesto por él mismo: su validez no está avalada por los estudios ni por la experiencia, ya que después de una pérdida, muchas personas no atraviesan esas etapas o no siguen una secuencia identificable. Igualmente se manifiesta en desacuerdo con la idea de que un patrón normativo se utilice con fines diagnósticos o prescriptivos y de que una desviación del curso pueda considerarse anormal o patológica. Niemeyer se cuestiona además, que las respuestas emocionales sean el foco de atención principal en detrimento de las conductas y los significados y manifiesta sus dudas sobre el sesgo individualista de las teorías tradicionales, que entienden el duelo como un proceso privado fuera de todo contexto relacional.


¿Cómo debería ser entonces una teoría útil sobre el duelo?


- Pondría de manifiesto cómo es la realidad de la pérdida o de la muerte en personas diferentes, en lugar de dar por supuesto que la muerte tiene un significado universal independiente del contexto histórico, cultural, familiar y personal.


  • Adjudicaría un papel activo a las personas que ha sufrido una pérdida.

  • Debería ser muy descriptiva, capaz de desvelar los significados personales de la pérdida sin tener en cuenta los aspectos propios de un duelo “normal”

  • Centrada en los significados que provocan nuestras respuestas emocionales, conductuales y somáticas.

  • Describiría cómo el mundo de la persona queda transformado para siempre

  • Y, por último, una teoría útil incluiría en su estudio los contextos familiares y sociales sin dejar por ello de centrar la atención en las características personales de la pérdida.

Como señala Neimeyer, las personas intentamos construir sistemas de significado que tengan coherencia interna, gocen de apoyo social y nos den cierta seguridad, ayudándonos a anticipar y participar en las experiencias que dan forma a las narrativas de nuestra vida. A partir de las teorías constructivistas, nos sugiere varias proposiciones que pueden esbozar un marco distinto para comprender los procesos adaptativos que acompañan al duelo:


  1. La muerte puede validar o invalidar las construcciones que orientan nuestras vidas o pude constituir una nueva experiencia a la que no podemos aplicar ninguna de nuestras construcciones.

  2. El duelo es un proceso personal caracterizado por la idiosincrasia, intimidad e inextricabilidad de nuestra identidad.

  3. El duelo es algo que nosotros mismos hacemos, no algo que se nos da hecho

  4. El duelo nos da la oportunidad de reafirmar o reconstruir un mundo personal de significados que ha sido trastocado por la pérdida.

  5. Cada sentimiento cumple una función y hade entenderse como un indicador de los resultados de los esfuerzos que hacemos para elaborar nuestro mundo de significados tras el cuestionamiento de nuestras construcciones

  6. Construimos y reconstruimos nuestras identidades como supervivientes a la pérdida negociando con los demás.


APLICACIONES


Son una serie de ejercicios que pueden ser utilizados por quien ha sufrido la pérdida o bien como tarea propuesta por el terapeuta. En este segundo caso el autor hace las siguientes sugerencias: fomentar una actitud colaboradora, respetar la resistencia y la intimidad del cliente e integrar las tareas en las sesiones. Considera además que la defensa que hace de un modelo activo del duelo no debe interpretarse como un enfoque demasiado “ocupacional” que intente acelerar el proceso.

Algunos ejercicios propuestos son: biografías, caracterizaciones de la pérdida, cartas, diarios, dibujos e imágenes, epitafios, galería de fotografías..


Todos los ejercicios van acompañados de ejemplos reales, así como de indicaciones, precauciones y variaciones.


Se añaden además una serie de recursos (bibliografía, libros para lectores sin experiencia, sitios de Internet y organizaciones) para ampliar información.


Ideas del libro que resalto:


- El duelo como reconstrucción del significado, idea central y novedosa del autor

- El duelo como proceso activo

- Las pérdidas sin reconocimiento social

- Importancia y sentido terapéutico de los rituales





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