Verano de 1993 (Carla Simón, 2017)
Es el primer largometraje de la directora Carla Simón, que recientemente ha recibido el Oso de Oro en la Berlinale por su segundo trabajo.

La película está basada en la historia de la propia Carla Simón y nos cuenta la historia de Frida, una niña de seis años que afronta el primer verano de su vida con su nueva familia tras la muerte de su madre (su padre había muerto tres años antes, también por SIDA). La pequeña, criada en Barcelona, va a vivir a una casa en el campo donde vive su tío Esteve (hermano de su madre), su mujer Marga y su hija pequeña Anna, de unos 3 o 4 años. Que viva con sus tíos es deseo expreso de su madre en una carta que dejo antes de morir. Lejos de su casa en la ciudad, y los familiares a los que se sentía más cercana (sus abuelos y su tía Lola), a Frida no le quedará otra que adaptarse a su nueva vida.
La película comienza con las fiestas de San Juan en Barcelona y vemos a Frida, correteando con otros niños, uno de los cuales le pregunta “¿Y tú por qué no lloras?”, como si fuera lo que se espera de una niña que acaba de perder a su madre. La pregunta se resalta mostrando a una Frida paralizada físicamente mientras juega al escondite inglés, como en un duelo congelado.
La escena del inicio es importante porque contrasta con la del final, en la que toda la contención de sentimientos de Frida estalla en un llanto incontrolado. El batiburrillo de sentimientos de Frida entre estas dos escenas es lo que se nos va mostrando a lo largo de la película a través de sus ojos, con naturalidad y sin ningún tipo de melodrama.
Una de las virtudes de la película es que no nos presenta a una Frida como una niña simpática en un principio. Parece como si de la adopción se esperase a niños capaces de responder a las muestras de cariño con agradecimiento, obediencia, expresiones de afecto.
Respecto a esto, la misma Carla Simón dice:
La película retrata a una niña que no era inocente. Además, a mí me han educado en “sí, murió tu madre, pero, ya, no eres una víctima de nada”. Victimizar al personaje no llevaba a ningún lado. Pero, además, los niños no son inocentes, tienen partes oscuras. Y ella es una niña herida y está enfadada. No recordaba bien cómo había sido con mi hermana, pero sí tenía en mente de una manera abstracta que había tenido sentimientos contradictorios”
Marga sabe que si Frida tiene que crecer feliz y superar la pérdida, será viviendo una vida normal, sin favoritismos, ni mimos excesivos y tratándola como una niña normal a la que hay que reñir y castigar cuando hace daño a su prima o falta el respeto a los mayores, por mucho que le cueste asimilarlo.
Frida vive momentos de regresión, diciendo que no se sabe atar los cordones o que quiere ir a la cama con sus tíos (aunque ha despertado a Anna para hacer creer que parte de su prima la petición)
Su rabia, tristeza y enfado quedan reflejados en los constantes desafíos y provocaciones a Marga, que es quien más límites le pone. Así, le tira un peine por la ventana del coche, se niega a atarse las zapatillas, vuelca un vaso de leche sobre un camisón nuevo,… Las funciones de comprensión, contención y límites están presentes en los diferentes momentos del relato. En gran parte es Marga, la madre “adoptiva”, quien sabe escuchar a Frida más allá de las palabras, más allá de sus propias contradicciones personales cuando, por ejemplo, Frida pone en peligro la seguridad de su hija pequeña, Anna, de tres años.

También juega la baza del victimismo en ocasiones, aunque no con Marga, pues por muy pequeña que sea, sabe que no le va a servir. Así, mientras unos niños juegan en el pueblo sin invitarla, le dice a uno de ellos: “¿Sabes que se ha muerto mi madre?” y ante la falta de respuesta del niño, añade: “Y mi padre también”. Y le sirve, porque la invitan al juego.
La angustia de Frida por la posibilidad de una nueva pérdida se hace patente en la película: Marga está tumbada descansando porque se encuentra mal por la regla y Frida la pregunta muy agobiada y la acaricia.
Esta misma angustia aparece hacia el final de la película, mientras preparan el material escolar para el inicio del curso, y Frida es capaz de preguntar a Marga por las circunstancias de la muerte de su madre (qué le pasó, por qué murió, si el médico que la atendió sabía lo bastante, pues no logró curarla) y por la salud de la propia Marga, temerosa de perder la también.
La perplejidad de Frida ante la nueva situación y el aluvión de sentimientos que no es capaz de reconocer se expresa perfectamente en una escena cotidiana durante las fiestas del pueblo: Marga y Esteve bailan en la verbena, Anna corretea entre la gente y termina bailando con sus padres y los niños juegan con pistolas de agua entre las parejas de baile, mientras Frida, sentada en un bando sola, observa todo con su habitual cara seria y parece preguntarse: ¿Dónde encajo yo?
En este proceso nada fácil la pequeña Anna adquiere un papel importante como compañera de juegos y diana principal donde apuntar el desequilibrio emocional de Frida. Anna es una niña cariñosa y feliz a la que Frida no duda en utilizar de forma egoísta para echarle las culpas de sus errores o ponerla por montera, si es necesario usando la ocultación de la verdad para ganar privilegios con los adultos aprovechando la inferioridad de su rival.
Además, es Anna, precisamente por su ingenuidad y falta de prejuicios, la que enfrenta a Frida a lo bueno y a lo malo de su nueva vida y le aporta un cariño incondicional, pasando por encima de sus desprecios: le da un teléfono de juguete para que pueda hablar con su madre, le dice que ahora es su nueva hermana y, cuando Frida decide escaparse de casa porque nadie la quiere, le dice “yo sí te quiero”.
La llegada de Frida afectará a todos: a la pareja formada por Marga y Esteve, a Anna, a la familia extensa, a las relaciones sociales y al entorno del pueblo.
La tía Lola también juega un papel importante en el mantenimiento de los límites: contradice a la abuela en las ocasiones en que ésta dice que igual Frida estaría mejor en Barcelona y le recuerda que es el deseo de Neus que Frida fuera criada por Esteve y Marga; escucha las quejas y exageraciones de Frida con cariño pero sin seguirle el juego, sabiendo que está en buenas manos.
La pequeña Anna se encuentra de pronto con una hermana mayor, con la alegría de tener una compañera de juegos, pero que también se aprovecha de ella y no duda en mentir. Hasta su querida Feldespata tiene que salir de casa, debido a la alergia de Frida a los gatos
En el pueblo se aprecian los prejuicios de los vecinos con respecto al SIDA, en forma de comentarios irónicos (la pulmonía de Neus) y comportamientos defensivos, como cuando Frida se raspa una rodilla y una madre prohíbe a su hija que se acerque.
El intento de fuga de Frida es importante, porque cuando la hacen volver (en realidad se había quedado en la inmediaciones de la casa) Marga se tiende en la cama con ella y la acaricia hasta que se relaja y se duerme.

Parece un punto de inflexión, en el que Frida percibe a la vez que los límites, todo el cariño incondicional de Marga. A partir de ahí se ve a una Frida más sonriente, participando orgullosa como abanderada en las fiestas del pueblo o preparando el material escolar con Anna y Marga, momento en el que es capaz de expresar su dudas y sentimientos sobre la muerte de Neus.
La película finaliza el primer día de colegio las niñas, que con los camisones que la abuela les regaló,comentan alegres que comparten la misma abuela. Saltan en la cama de la pareja con Esteve, excitadas por el comienzo del curso. Es entonces cuando Frida estalla en lágrimas sin motivo aparente, con un llanto incontrolable mientras los tres la abrazan y acompañan sin decir nada.
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